Sí, amigos, Eslovenia. Ese país que todos
hemos confundido con Eslovaquia, que no sabemos muy bien dónde está, y que por
cierto, tiene forma de pollo corriendo.
Pues aquí estoy, en un pueblo
llamado Kamnik (en lo que sería el ala polluna de este mapa), cerca de la capital, Ljubljana. Llegar hasta aquí no fue fácil,
ya que el día que mi compañero y yo partimos, pasó casi todo lo malo que podía
pasar. A parte de que el vuelo salía a una hora bastante intempestiva como son
las 7:05 de la mañana desde Barcelona (lo que hizo que tuviese que desplazarme
un día antes y dormir en casa de una amiga para llegar a tiempo), el avión, que en principio tenía
que llegar a las 8:55 de la mañana al aeropuerto Marco Polo de Venecia, no
llegó ni al aeropuerto. Por problemas de visibilidad, tuvimos que ir hasta el
otro más cercano, y esperar durante dos horas y media encerrados en el avión,
para ver si pedían para nosotros un autobús, si volvíamos a volar hasta el otro
aeropuerto cuando mejorase el tiempo, o si esperábamos hasta que nos creciesen
alas a nosotros. Finalmente tomamos la segunda opción.
Este giro de los acontecimientos hizo que perdiésemos el bus que salía desde Marco Polo y que habíamos pagado con anterioridad. Así, reservamos
otro y esperamos dos horas a coger el Flixbus que nos llevaba a Ljubljana. Mientras
esperábamos, decidimos comer algo. Como yo había metido algo
de comida en la maleta, quise abrirla. Sin embargo, el candado se había roto
por dentro (tal vez durante el viaje) y no podía meter la llave (estuve toda la espera intentándolo: pero ni la maña, ni la fuerza bruta, ni Superman pudieron contra mi candado). Así pues, y
como la comida de los aeropuertos es tan cara, no comí. Para más inri, el bus se retrasó quince minutos, pero por suerte el viaje fue muy agradable. Una vez que llegamos a la capital, hacia
las 18:30 (deberíamos haber llegado a las 14:30), nos recogieron y nos llevaron
a Kamnik. Nuestros compañeros de piso alemanes nos estaban esperando y nos dieron una
calurosa bienvenida. Tal vez demasiado, porque nos abrazaron mientras subíamos
los maletones por las escaleras y casi me caigo. Con varias herramientas
conseguimos destrozar mi puñetero candado y pude liberar a mi comida, la cual
estaba asustada y exhausta. Todos los males acabaron ahí, pues estuvimos hasta
más de las doce hablando con nuestros nuevos compañeros muy emocionados todos
por estar juntos finalmente.
Durante los siguientes días,
estuvimos conociendo el pueblo y teniendo reuniones en el centro juvenil en el
que ejercemos el voluntariado, Kotlovnica (leído /kotlounitsa/). El centro es
fantástico y con un aire muy alternativo. Hacen muchas actividades diferentes,
como conciertos, escape rooms, representaciones teatrales… y el pueblo es muy
cómodo y bonito. Además, tenemos cerca varios montes. Hace dos días, estuvimos
haciendo senderismo por el Stari Grad y Špica (/shpitsa/). Es increíble lo bonito que es
todo y lo cerca que está.
Las vistas mientras bajábamos de la montaña. |
Los compañeros de piso son
fantásticos. Hay muy bien rollo, y ya estamos planeando hacernos unas camisetas
con nuestra propia bandera del voluntariado. Nuestro nombre como grupo es “Ask
the ducks”. Esto viene de que las calles del pueblo son muy estrechas y cuando
estamos dando una vuelta tenemos que ir a veces en fila de uno, como los patos. Un día nos preguntamos que por qué lo hacen así, y decidimos que ese sería entonces
nuestro nombre, y ya que estamos todos los días yendo a alguna heladería
aprovechando los últimos vestigios del verano, el icono de la bandera sería un
pato en una copa de helado, con un fondo con las estrellas europeas. Con esta
última idea, el nombre cobró aún más significado, ya que no solo le preguntas a
los patos, sino que ellos le preguntan a su vez a las estrellas europeas y te
dan una respuesta a tus dudas: “Ask the ducks and the ducks will ask the
stars”. También estamos planeando hacernos ropa interior con las caras de los
demás, pero es una idea aún a desarrollar.
La oportunidad de poder compartir
piso con gente de otro país es bastante increíble. Nuestros compañeros alemanes
flipaban con todas las expresiones que tenemos con la palabra leche, como “dar
una leche”, “tener mala leche”, “cagarse en la leche”, “ir a toda leche”…
Además, como yo bebo tanta se piensan que es la razón de que tengamos todas
estas expresiones. También les sorprende mucho otras tantas que tenemos y que
para ellos no tienen ningún sentido, como cuando decimos “ponerse las botas”,
“esto está en el quinto pino/coño”, o “montar un pollo”. Sus expresiones, como
buenos alemanes que son, tienen más sentido que las nuestras, por supuesto.
Además, tienen una bastante similar a la que usamos nosotros cuando no
entendemos algo y decimos que “nos suena a chino”. La suya sin embargo es con
el español. Curiosamente, nuestro Carlos I de España, y V de Alemania, en su
corte en este país obligaba a que la gente que le servía hablase en español,
por lo que ahora, cuando a los alemanes algo les parece raro dicen algo así
como que algo “les suena a español”.
Aún no llevo una semana aquí,
pero ya hemos hecho muchas cosas. Ahora mismo estamos embarcados en un puzzle de
mil piezas de un paisaje en la sabana, que como casi todo es cielo o hierba nos
está volviendo ciegos a todos. También tenemos pendiente volver a un bar en el que
estuvimos ayer jugando al twister. Probablemente de este juego salen muchas
posturas ideales para el Kamasutra, porque nunca he tenido tantos culos y
genitales tan cerca de mi cara como en este momento.
Para no alargarme más, hasta aquí mis aventuras en esta
tierra preciosa. Desde luego, hay mucho más para decir de estos seis días, pero
hay cosas que se cuentan, y otras simplemente se viven.
eres una crack
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