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sábado, 27 de octubre de 2018

1/12 A TODA VELOCIDAD


Que si semana de bienvenida de EVS por aquí, que si encuentro de voluntarios de la asociación de toda Francia por allá, por qué no visitar Poitiers... vamos a hacer couchsurfing y así conocemos a más gente... y el primer mes se va a acabando.


Carretera y manta.
Este es el recorrido que he hecho desde que salí de Barcelona (de casa salí unos cuantos días antes) hasta hoy. Habría que señalar los retrasos y trenes cancelados a causa de las inundaciones en Carcasona... Pero bueno, aunque más tarde de lo previsto, siempre llegamos a nuestro destino, y eso es lo importante.







   Así pues, con las dos imágenes anteriores como guía y alguna que otra más que incluiré a continuación para presentar a los personajes de esta historia , doy comienzo a mi primera entrada del blog.


  Estoy en Tours, una ciudad de la región Centre Valle de la Loire. Es una ciudad de unos 160 000 habitantes, con dos ríos: el Loira y el Cher, un centro histórico muy cuqui, casas de estilo tradicional, universidades y mucho ambiente. Estoy contenta.

Pont Napoleón

  Nuestro piso y nuestra asociación están a 20 minutos andando del centro, en un barrio que se llama Sanitas. No tiene muy buena fama pero a mí me gusta. Siempre he vivido en la periferia y me encuentro a gusto. Además, tenemos unas bicis muy molonas que estaban en el trastero del piso y que hemos podido arreglar. Así que, en un periquete nos plantamos donde sea. A la aso vamos andado porque está al ladito.

Mi bici es la verde. Y ella es Chloe, una de mis compis de piso.
Además de Chloe (EVS), en el piso también viven Christopher y Nango (Service Civique). Así pues, estamos una inglesa, un alemán, un afgano y yo. De edades entre los 19 y 26 (soy la más mayor, sí). Hay buen ambiente y ya hemos vivido situaciones curiosas y divertidas. Cada uno viene de su padre y de su madre, con sus costumbres, sus manías y sus rarezas; y cuando vives con otras personas, no siempre nos parece lógica la forma de actuar del resto. Aún así, todos nuestras diferencias siempre nos han llevado a conversaciones muy muy graciosas que me gustaría poder haber grabado para seguir riéndome.


El piso es muy amplio, un salón con terraza (y plantas), una cocina, cuatro habitaciones, un cuarto de baño y el WC separado, como es típico en Francia. La decoración de esta pieza ha sido cuidadosamente elaborada a lo largo de los años. Hay reliquias que datan del 2008. En las paredes laterales, se han hallado toda una serie de apuntes de francés traducidos al alemán, eslovaco e inglés.

Quiero señalar el extraordinario hecho de contar con todo tipo de utensilios de cocina. No sé a quién hemos de agradecérselo. Imagino que cada voluntario habrá hecho su aportación... pero el caso es que ni mi madre tiene tantos cachivaches. ¡Tenemos hasta una máquina para hacer Raclette!







Les Compagnons Bâtisseurs es mi asociación de acogida. Surgió después de la Primera Guerra Mundial y ha evolucionado mucho en todo este tiempo. Es grande, está presente en muchas ciudades de Francia. Nuestro objetivo es realizar obras de rehabilitación acompañada con un fondo social. Trabajamos con propietarios o inquilinos y les enseñamos y ayudamos a hacer mejoras varias: electricidad, fontanería, pintura... Los voluntarios siempre trabajamos con un "animateur technique" y podemos ir rotando entre distintas obras. Por el momento, yo ya he hecho la instalación de los puntos de luz y los conmutadores de un pasillo, he abierto los huecos para los sistemas de ventilación de las zonas húmedas de una casa, he preparado los muros de una vivienda para recibir la pintura y he participado en dos "ateliers du quartier". Cuando termine el año voy a ser más manitas que mi padre. Es un trabajo muy práctico y satisfactorio.

 

 Estas fotos son de una parte abandonada de una vivienda en la que trabajamos. Ese día me gustó especialmente porque el coordinador con el que fui sabe mucho de arquitectura tradicional y sostenible y me estuvo explicando un montón de cosas sobre los materiales y la forma de construir.

Aprovechando el fin de semana y con la excusa de una clase gratuita de Danza Africana, convencí a Chloe para ir a Poitiers. Encontramos en couchsurfing a María, una mujer que ha recorrido y sigue recorriendo el mundo, y nos alojamos una noche con ella en Quinçay, un pueblito al lado de Poitiers. Ella también hace woofing y otras plataformas y coincidimos con un chico de Corea del Sur y una chica de Galicia. Tenían todo un programa para nosotras y fue un finde estupendo. Visitamos un taller de un señor que hace acordeones y que tocó para nosotros. Su hijo nos enseñó un montón de instrumentos raros de diferentes partes del mundo. Después, fuimos a casa de una vecina que nos invitó a cerveza en un jardín con luces de colores. Cenamos macarrones con la chimenea encendida y escuchamos música hasta quedarnos dormidos. Al día siguiente visitamos la casa de la foto. Hecha por los propietarios (de profesión carpintero) y pensada para aprovechar al máximo la energía solar. Me gustaría volver y hacer muchas más preguntas. Después, al mediodía, hicimos autostop (mi primera vez en Francia) y volvimos a Poitiers para nuestra clase de baile. Todo el mundo tiene que probar la Danza Africana, en serio. Si tenéis la oportunidad, no dudéis.

Casa construida en madera.

Iglesia de Notre Dame la Grande


El lunes salimos bien temprano hacia la semana de bienvenida de EVS. Teníamos dos escalas y en Burdeos nos comunicaron que todas las conexiones entre Carcasona y Narbona estaban cerradas. Finalmente, pudimos llegar hasta Toulouse y después atravesar la ciudad andando para coger un blablacar desde las afueras hasta Narbona. Llegamos 4 horas más tarde de lo previsto. Aún así, en comparación con lo que vivieron otros voluntarios, lo hicimos bastante bien. 

Durante los cinco días, los tres coordinadores organizaron diversas actividades en horario de mañana y tarde para presentarnos de forma pormenorizada el programa Erasmus + y el Servicio de Voluntariado Europeo, resolver todas nuestras dudas sobre el seguro médico, el dinero de bolsillo, nuestros derechos y deberes... También desarrollaron diferentes dinámicas para hacernos conscientes de las diferentes etapas emocionales y conflictos culturales que podemos vivir a lo largo del año. Hubo una actividad que me pareció muy inteligente y que consistía en imaginar un casino. Os dejo al final del todo un resumen al respecto. 


Grupo de voluntarios EVS en Narbonne.
 En el grupo conté 17 nacionalidades diferentes. Conocí a gente muy interesante con la que espero poder volver a quedar a lo largo del año. Otro de los objetivos de estos encuentros es fomentar el contacto entre voluntarios y facilitar formas de viajar barato. Abajo tenemos a nuestros primeros visitantes: Maxim y Helen, que hizo la foto.  Ambos encantadores, derrochan energía y optimismo. En poco tiempo pudimos intercambiar opiniones sobre un montón de temas diferentes. Me dejaron una buena lista de películas, si la queréis decidme.

De izquierda a derecha: Michael, Chloe, yo y Maxim.

¡Gracias por venir! 


Juego: El Casino. Había cinco mesas para jugar a las cartas. Cada mesa tenía las reglas impresas en francés e inglés para que pudiésemos leerlas, pero en cuanto empezamos a jugar las recogieron y establecieron como norma que no podíamos hablar para nada. Después de cada ronda, los ganadores, los perdedores, los más jóvenes, los más altos... (según criterio de los monitores) de cada mesa, cambiaban de mesa y empezaban a jugar en otro grupo. El desconcierto empezó con el primer cambio. Resulta que en cada mesa había establecidas unas normas diferentes y cuando alguien llegaba a una mesa nueva no entendía nada. El as que antes era la carta más baja ahora era la más alta, se repartían 6 cartas en lugar de 8, etc. A cada uno le llevo más o menos tiempo darse cuenta de lo que sucedía y el sentirse "engañado" o, por lo menos, desorientado y no lograr comprender produjo sentimientos poco agradables. La idea final era incitarnos a reflexionar las veces que podemos sentir algo similar al sumergirnos en una cultura diferente. 

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