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jueves, 5 de julio de 2018

Kaposvár, historia de una derrota pírrica


Pirro, rey de Epiro, fue un conocido general de la Antigüedad Clásica. Estratega de la talla de Alejandro Magno según los cronistas de su época, combatió mucho y venció más. En sus aventuras guerreras se enfrentó a una aún joven Roma, que pugnaba por expandir su influencia por el sur de Italia. En una de esas batallas (La de Ásculo, para más señas), en la que Pirro consiguió derrotar reñidamente a los romanos, los oficiales del monarca se acercaron a felicitarle por el reciente triunfo, a lo cual Pirro respondió:

-Otra victoria como esta, y estoy perdido.

La victoria pírrica hacía su irrupción en la Historia.

Primer evento, a la semana de llegar, en el hospital a las afueras de Kaposvár. Aún recuerdo como una niña me enseñó a decir szívesen (de nada) cuando apenas conocía un puñado de palabras.


Damos paso al último post.

Aviso de que esta vez va a ser largo. Solía tener a un señor con bigote que se encargaba de que el contador de palabras de mi viejo editor de texto no superase las seis cifras. Ahora lo tengo atado y a distancia de garrote, con Oliver montando guardia con la aguja que le confisqué y no sé cómo demonios ha recuperado. Así que si a alguno no le gusta…Bueno, siempre le puede hacer compañía al señor con bigote.

Alguno de vosotros, perspicaces como sois (bueno, que demonios, todos vosotros, que sois unos fueras de serie), os habréis dado cuenta de que el título y la cita con la que prologo estas líneas tienen una diferencia sutil. Como de 180º, más o menos. Victoria, derrota. Ganar, perder. Betis, Sevilla (Dió shikiyo, que dominio de la antítesis. Si es que cuando me siento poeta…).

El primer training, en Budapest, a mediados de octubre. No me gustó tanto como el segundo, pero fue allí donde conocí a muchos de los que serían después mis amigos y compañeros de armas (o del alma)

El caso es que ahora que va tocando hacer balance de los últimos diez meses, y echando la vista atrás, veo demasiados objetivos incumplidos.

Muchas personas dicen que me mortifico en exceso. Yo, la verdad, no lo creo. No estoy dispuesto a flagelarme por las cosas que no he conseguido alcanzar. Pero repetirme condescendientemente, a modo de mantra “era muy difícil, todo estaba en contra” y plantarme ahí, es darle un poder a mis circunstancias que no pienso cederles. La derrota es para el que lucha, el fracaso se lo dejo a los demás.

La llegada del primer macro grupo turco, a comienzos de diciembre, y el comienzo del fin. El proyecto, que hasta entonces más o menos avanzaba, no soportó el cambio. Demasiada gente, caos, falta de motivación. Poco a poco, la inercia fue tomando el poder en el equipo

Cuando empecé mi proyecto de voluntariado, tenía la intención de hacer algo de trabajo para la sociedad. Quería ver que podía hacer algo por la gente de mi alrededor. Y hoy el impacto que veo que dejo no es muy grande. No es que quisiera cambiar el mundo o que me construyeran una estatua, pero sí sentir que hacía algo útil y diferente. En algunos casos lo conseguí, y sé que dejo marca en bastantes personas. Pero se podría haber hecho tanto, conseguido tanto…

Mis compañeros (al menos los que tenían unas motivaciones similares a las mías) y yo teníamos sensación de potencial desperdiciado, de saber que de haber hecho las cosas de forma diferente este proyecto hubiera sido mucho más grande.

Mi cumpleaños, a finales de enero, marcando el paso de ecuador. Manon nos dejaría algunos días más tarde. Era la primera baja


Y personalmente, haber estado intentando trabajar con y para una comunidad local sin hablar su lengua me parecía y parece la mayor de las hipocresías (además de tremendamente improducente). Puede ser más o menos difícil, o más o menos útil en términos de perspectivas de futuro, pero esa sí me la tomé como una batalla personal. Llegaría hasta donde llegase, pero la gente (mi gente) se merecía que siguiera intentándolo hasta el final. Ya no por comunicación, sino por respeto.

Ha habido alguna más, pero esas han sido mis derrotas.

Pese a todo, la vida seguía. Buscábamos tiempo para salir de excursión

Para partidas que se alargaban días, almuerzo a almuerzo, entre Étienne y yo

O para visitar o ser visitado por los amigos que teníamos repartidos por toda Hungría

Y sin embargo, el botín de guerra es extenso. Quería conocerme un poquito más a mí mismo, descubrirme trabajando en grupo y resolviendo situaciones diferentes, rodearme de gente y sitios nuevos que convertir en amigos (porque los lugares también puenden dar amistad). Quería, vamos allá con el cliché, salir de mi zona de confort y crecer.

Aún me queda la frase que me dijera Lucile ˝No cambies, tienes una sonrisa que nos alegra el día cada vez que llegamos a la oficina”. La sonrisa que un día Olga, sin saberlo ella ni yo, me enseñara. La frase que Lucile, sin saberla ella ni yo, se convirtió en mi lema estos meses (más allá de mi celebérrimo “Patata” o el perturbador “Nagyon jó” que copiara de Helena y de Zsu).

Tampoco todo el trabajo era malo y aburrido. Mis visitas a los institutos fue lo que me mantuvo aquí, y eventos como el Nárcsisz Fésztival en abril, me dejaron muy buenos recuerdos


También me guardo las canciones que se convirtieran en mi banda sonora, las series o películas que hicieran de telón de fondo, los libros con los que me iba a dormir o que aún habrán de desvelarme. Mis viajes y excursiones, mis juegos y conversaciones, mis cafés acompañado (con más dulces que café) y mis carreras en el parque acompañado sólo por mis meditaciones,…
…mis descubrimientos,…
…mis silencios,…
…mi gente.

Así que no puedo dejar de pensar que, de tener más derrotas como esta, me haré invencible.


Y entre semana y semana de trabajo, pues a veces venía a verte gente de España. Como Pilar y José en Semana Santa

Rubén, Pinchi y Manu en Feria

O mis padres a principios de mayo

De tanta gente viniendo a visitarme a Hungría, al final tuve que acabar escapándome, como sabéis, un par de semanas a Croacia para, no sé, simplemente flotar, y respirar fuera de la burbuja en la que estaba desde que llegué a Hungría


Últimamente me preguntan mucho si tengo ganas de irme o quedarme, si estoy alegre o contento de terminar. Más o menos, igual que Eliasibe me preguntó cuando tocaba volver de Porto Alegre y dejar mi querido Brasil donde ahora Fernando también está terminando su batalla (aunque la suya es más complicada, tiene que evitar caerse de los autobuses cuando al bueno del chófer le da por abrir la puerta cincuenta metros antes de la parada; hacerse las palomitas en sartén sin provocar un hongo nuclear y centrifugar la colada con un cucharón, a modo marmita. Al menos una inexistente lavadora no se traga sus calcetines).

Y como respondiera a Eliasibe, ni lo uno ni lo otro. Sencillamente es hora de cerrar un capítulo y abrir el siguiente. Sin ganas de quedarme porque el futuro se presenta excitante, sin ganas de irme porque aquí dejo una vida construida y conquistada con esfuerzo y cariño. O con ganas de ambas cosas, por los mismos motivos. Así que la balanza está equilibrada. Aurea mediocritas.

Y tomar fuerzas para empezar con los adioses

Que han sido muchos

Porque he conocido a mucha gente

Muchísima. Y aunque no pueda poner fotos de todas las personas que he conocido, porque no las tengo, o no me caben, o son niñas y niños que todavía tienen que crecer antes de que sus caras queden inmortalizadas por la tecnología y mis caprichos

Todas esas personas han sido, al fin y al cabo, las que han hecho que este tiempo haya sido, como nos dijera Yunus, una vida

Recuerdo que hace ya unos meses os contaba el vacío que me había dejado terminar Sword Art Online, el anime que me recomendara Fernando. Esa sí era sensación de término. No en vano ha sido otro de los inesperados elementos que me han hecho crecer y descubrir. En unas pocas horas mi tiempo en Kaposvár y Hungría habrá terminado (por ahora), pero no se acaba nada. Dentro, no se acaba nada.
Así que, adelante.

FIN


MAGYAR GOLEM O UN PASO AL FRENTE

Noche número siete:
He vuelto a quedarme despierto,
Creo que tengo fiebre,
Aunque dudo que esté enfermo.

A mi lado, J duerme.
En la oscuridad, le beso en la espalda,
Y un escalofrío le hace estremecerse.
Tal vez no duerme,
Y cierra los ojos para ahuyentar
 las pesadillas que me oculta siempre.

Suspiro.
Adivino, más que veo,
Las maletas en la puerta,
Las fotos en las paredes.
Y en la mesita, sonriente,
La máscara que compartimos,
Y tan sólo en los días nos sostiene.
Por la noche no nos hace falta,
Abrazados y en silencio,
Conjuramos los monstruos de su alma,
Y los fantasmas de mi mente.

Hasta ahora,
Porque las maletas ya están en la puerta,
Y las fotos no estarán más en las paredes.

Otra vez suspiro.
Suelo pensar demasiado
en momentos como este.
Pensar sobre el corazón
Que según dicen un día me arranqué
(entristeciendo más si cabe
A las desalentadas amapolas de Miguel),1
Para cambiarlo por fantasías
 de bielas y engranajes;
Sueños de piernas infinitas,
Mercenarias,
Suaves.

Y sin embargo,
La mano sobre el pecho,
Sonrío.
Un tambor,
Atravesado de versos incontables,
Antiguos e innegociables,
Escondido,
Mi puro corazón.2

Un paso al frente.
El poder de mis veinte años,
Hoy no lo vendo al mejor postor.2
Pleno o inmaculado,
Hoy me quiero puro,
Libre,
Irreductible,
Yo.3

Un paso al frente,
Sin que la lluvia nos venza,
 O sin que el viento nos quiebre.4
Con el paso lento e insondable,
(Blindado de cuerno y amatista)
Del destino o de la muerte.
Con una risa salvaje
(de trueno o bestia herida)
De mi tierno seno floreciente.

Sí. Un paso al frente
Del batallón de los demonios del pasado,
Y las sombras del presente.
De mí mismo y de mi historia acompañado,
Sonrisa taciturna de felicidad inquebrantable,
No fugado,
Comandante,
Adelante,
Un paso al frente.


Primer poema en seis años...
.... pues un paso al frente 😊




1 1     Miguel Hernández (1936). Elegía a Ramón Sijé
2 2     József Attila (1925). Tiszta szívvel (Con el corazón puro)
3 3    Pedro Salinas (1933). La voz a ti debida (Fragmento versos 494 a 521)
4 4    Kenji Miyazawa (principios del siglo XX). Ame ni mo makezu (Sin que la lluvia nos venza)

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