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martes, 23 de julio de 2019

LA BURBUJA QUE EXPLOTA


A pesar del título, no, no voy a hablar de economía sino de mis aventuras por Eslovenia, ya que hace siglos que no escribo. Voy a empezar con un tema no muy chupi, que es el lado feo de mi voluntariado, y es que la burbuja maravillosa de emociones del principio explotó en algún momento por el devenir de los acontecimientos. La vida a veces está llena de estas burbujitas que tanto placer nos dan. Rutina, momentos inolvidables o experiencias apestosas y rutina de nuevo.

Pues bien, ha habido muchas cosas no fáciles. Despedidas de voluntarios, las cuales empezaron hace meses y no han parado, por supuesto. Amores y desamores que he manejado como buenamente he podido, una candidiasis horrorosa de dos semanas, convivencias complicadas… Y aquí tengo que hacer una paradita porque esto ha sido un no parar. He pasado mucho tiempo con mis compañeros de piso... demasiado: trabajamos en el mismo centro, vivimos juntos, compartimos amigos… enough. Enough. Especialmente he tenido roces con mi compañero alemán, Ted. Me pasa con él, que conectamos muy bien a nivel de relación y muy buena dinámica a la hora de bromear, pero en lo que se refiere al trabajo y convivencia… jajajaja. Pues bien, este hombre es bastante desastroso y olvidadizo. Cree que le robas comida porque se olvida que se la ha comido, se deja cucharas y comida en el baño, nueces y bebidas en la ducha, ha dormido como unas 5 veces en la calle durante su voluntariado, y en los 10 meses que ha estado en Eslovenia, solo ha ido a Croacia, porque no ha sabido manejar bien su tiempo. Y no es que estemos demasiado ocupados, sino que no piensa y planea las cosas a largo plazo. Hay grandes historias acerca de este hombre. Contaré tres: “Vete a la mierda, Ted”, “No puedo entrar”, “El cruce de la frontera”.

“Vete a la mierda, Ted”
Bien, esta se remonta a hace alrededor de un mes, cuando él y mi otra compañera decidieron hacer una fiesta en nuestro centro para despedirse de la gente, ya que ellos se fueron antes que yo. No es la primera vez que hacemos algo así, y la otra vez nos pasamos el día cocinando, limpiando y preparando todo. El día anterior, se fue a la capital a una fiesta con sus amigos y la idea era que volviese al día siguiente para preparar todo para la noche. Bueno, digamos que si la fiesta empezaba a las 20:00, el llego una hora antes. Por supuesto, mi compañera de piso y yo estuvimos cocinando, limpiando la casa y el centro, preparando camas, moviendo unas treinta sillas y varias mesas para despejar el espacio… y esto desde las 9 de la mañana. Por supuesto se comió una enorme bronca mía, que en los días anteriores había tratado de arreglar mi relación con él. Llegó una hora antes a su propia fiesta. Así que sí, vete a la mierda, Ted.

“No puedo entrar”
Esta historia resulta bastante graciosa en parte. Estuvimos durmiendo en casa de un chico en la capital y Ted le dio las llaves de casa y de su habitación ya que él iba a una fiesta ahí y nosotros no íbamos a estar para acogerle. Después de eso, Ted estuvo varias semanas fuera de casa pasando tiempo con un amigo suyo en la región de Prekmurje. Mi compañera y yo estuvimos con otra gente y en nuestra casa, ya que por esta época era navidad. Cuando al fin Ted volvió, no pudo entrar en su habitación por no tener las llaves. Sin embargo, no recordó que se las había dado al chico de la capital y en su lugar pensó que se las había dejado en Prekmurje, junto con varias chaquetas, su teléfono y otros objetos que creo que nunca llegase a recuperar. Así pues, en dos semanas no entró en su habitación, y nuestros intentos de abrirla o tratar de entrar desde la calle fueron en vano. La situación se agravó cuando Ted bloqueó su tarjeta de crédito sin querer al meter mal el pin y mi compañera tuvo que estar pagando por él durante una temporada (lo cual ya pasó en los 4 primeros meses ya que vino sin carné de identidad ni tarjeta de crédito… increíble, ¿no?). Lo cierto es que la solución a todo esto era bastante fácil. Un hombre que trabaja en nuestro centro tiene llaves de nuestro piso y de nuestras habitaciones, por si las necesitásemos. Increíblemente, Ted no quiso pedírselas a pesar de que se lo dije varias veces por "no molestarle". Cuando mi coordinador se enteró, (el cual dejó de ser nuestro coordinador por lanzar dinero a la cara de una de las trabajadoras por sus problemas de alcoholismo) le dijo lo estúpido que era todo aquello y finalmente fue a pedir las llaves y abrir su habitación, donde algo de comida se había estado pudriendo. Así, estas semanas de no poder entrar y todos los embrollos podrían haberse arreglado muy fácilmente. 

“El cruce de la frontera”
Aquí viene la historia de Ted viajando a Croacia. El día empezó mal desde el principio. Mi compañero iba a viajar con otros voluntarios en un coche alquilado y se suponía que saldrían de Ljubljana a las nueve de la mañana. Ted estuvo de fiesta y a esa hora no estaba en la capital, sino en nuestro pueblo, durmiendo la mona. Los chicos me escribieron y comprobé que seguía en casa. A pesar del tiempo que iban a perder viniendo a buscarle, lo hicieron y por supuesto tuvieron que esperar porque no estaba preparado aún. Una vez salieron, hora y media más tarde de lo previsto, hubo un pequeño, pequeñísimo percance en la frontera. Bien, Ted no llevaba la documentación, solo la tarjeta de residencia eslovena, la cual no era suficiente. Tuvieron que dejarle en la frontera y tuvo que ir a la capital a sacarse un pasaporte temporal. Creo que se gastó unos 70 euros y luego se unió al resto tras dos días. Perdió mucho dinero y tiempo. Pero esto no acaba ahí. Volvió a casa y nos contó la historia: él pensaba que la tarjeta de residencia sería suficiente y al no encontrar sus documentos de identidad, era la única opción que tenía. Mi compañera, pasmada, le dijo entonces que ella tenía su documentación. Durante una fiesta se la dio a ella, alegando que así no la perdería. Por supuesto, se olvidó de todo esto.

Hay muchas otras historias, pero algunas dañan a personas de mi entorno y será mejor dejarlas en el olvido. No ha sido fácil, ha habido muchas discusiones, y días malos, pero, a pesar de que la burbuja ha explotado y he saboreado una amarga realidad, he dejado lo mejor para el final: El lado bueno del voluntariado.

Ha habido grandes fiestas y eventos durante este tiempo. Los voluntarios y yo hemos compartido grandes momentos y me he sentido muy llena y conectada con Europa. No podré olvidar la noche internacional de Medvode, donde compartimos comida de nuestros países y nos desgañitamos a cantar la canción de Titanic; el serbio drogado y desnudo de Litija, que se vomitó a sí mismo y se quedó durmiendo con uno de los voluntarios; el baño de Krško lleno de sangre y cerveza; nuestro concierto personal en Škofja Loka con nuestro grupo “Forget about the name”; Zagorje, el pueblo que según un tío loco del tren es como New York, pero con más drogas; la noche homosexual de los masajes y el amor polaco en Ljubljana; la batalla de baile de Kamnik; la vez que perdí cuatro trenes intentando llegar sin batería en el móvil a un evento en Trbovlje, el cual finalmente se canceló por falta de asistencia; mi midterm in Zreče, disfrutando de sauna gratis, calor y nieve en febrero en la montaña de Rogla y cantos internacionales una de las noches...

Una vez estaba viendo un vídeo sobre banderas curiosas alrededor del mundo y me llamó especialmente la atención la de Belice, la cual tiene un mensaje que dice: "Sub umbra floreo", que significa bajo la sombra florezco. Este es mi resumen de este post. A pesar de la mierda y que la burbuja haya estallado, he aprendido mucho y creo que es a veces de estas experiencias de donde uno más saca.

Para terminar, os comparto algunas fotos:
(Cantantes de "Forget about the name")

(Segunda fiesta en Kamnik)

(Kamnik en invierno)

(Zagorje, también conocida como "New York pero con más drogas")

(Otro tipo diferente de Droga)

(Ljubljana)

(Primera fiesta en Kamnik)

(Hiking en Nanos)

(Hiking en Nanos 2)

(Human rights, all right)






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