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domingo, 25 de noviembre de 2018

Puedo cagar tranquilo y to'. Esto es sentirse como en casa.


Este fin de semana ha sido increíble. Ahora si siento que estamos creando una familia, claramente con diferentes afinidades. No me vengáis con qué en familia se quieren a todos por igual. Aprendamos a aceptar la realidad.

Tanto el Viernes como el Sábado, decidimos ir todos juntos a clubs para tomar una cerveza y ya de paso ver el mercado de Navidad. Imaginad a seis voluntarios de distintas nacionalidades en bicicleta alrededor de Jonathan que lleva el altavoz con la música. Es uno de mis momentos favoritos. Me hace mucha gracia ver la forma de pedalear de Gothier, tan francesa. Es decir, muy erguido y muy correcto. Luego Jonathan, el alemán, es todo lo contrario. Echado sobre la bici y con las piernas muy abiertas. Muy dejao'. Y luego está mi Ocean, que es un personajazo. Que pedalea como si no le supusiese esfuerzo alguno, y cuando llega le tenemos que hacer el boca a boca porque se nos muere.

En los clubs lo pasamos de miedo. Joder, no podéis imaginaros qué sitios. Con sus luces, su música en directo, sus sillones, su terraza a lo hippie... Además nos encontramos con algunos amigos italianos y me fui muy satisfecho de hablar con uno de ellos, Christian, durante mucho tiempo en su idioma. Tras dar una vuelta y tal, regresamos a casa a continuar la fiesta en calentito. Aquí ya el frío aprieta. Por suerte mi padre me ha enviado mi ropa de invierno, y ya de paso, unas MARITOÑIS. Un genial momento vernos merendar Maritoñis con todos los niños de la asociación. Faltaba la Puleva.

Con Gothier y Jonhatan me siento tan unido que me dan igual sus mierdas. Por ejemplo, para que os hagáis una idea. Gothier no se despierta si no se pone  7 alarmas. No exagero. Un día llegó a 9 y tuvimos que despertarlo. Imaginad eso por la mañana. Yo, que con nada abro los ojos y no tengo la necesidad de madrugar porque trabajo por la tarde. Lo he llegado a odiar. Pero ahora es como que lo voy a echar en falta cuando no me torture de esa forma. Quizás porque sepa que no estará y eso me da mucho miedo en estos momentos. Ellos acaban en Enero el voluntariado.

Con Sophia y Lydia, la cosa marcha mejor. Ya no las veo capaz de cometer un asesinato. Sino todo lo contrario. Que vivo con princesas Disneys. Copian todo ese tipo de acciones de felicidad absoluta. Nos han obligado a hacer un mocho para comprar un bizcocho (Panettone) para regalárselo a los vecinos porque claro, somos nuevos en el vecindario. Pues mira, no me va esos paripes. Ni a los demás. Quizás el problema sea nuestro por ser muy tiraos de la vida. También han propuesto que nos compremos postales navideñas, y ya no sé si para dárnoslas entre nosotros, o mandarla a la casa de los otros voluntarios de Pésaro. No la he entendido muy bien. Pero ambos casos, paso. Lydia, la eslovaca (a la que siempre le digo que su país es un pollo corriendo debido al post que alguien puso aquí), es solo apariencia. Algunas veces suelto algunas de las mías. En plan... humor granaino con su toquecillo de malafollá, y ella se mea. Pero lo intenta ocultarlo porque claro, no es bueno reírse por ser algo incorrecto, malo, no sé, no recuerdo. Seguramente algo vulgar si se trata de mi.
(Si al final me hago de querer)
Y esto tiene final feliz. El vecino pasó de nosotros y nos volvimos con el bizcocho a casa. Cosa que agradecí hasta descubrir que no tenía pepitas de chocolate, sino jodidas pasas. Sophie, si lees esto, ¿por qué con pasas?

Nos vemos.

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