Hola a todos de nuevo:
Sé que ha pasado bastante tiempo desde la última vez que os
escribí. Y posiblemente pase también bastante hasta la próxima vez que vuelva a
hacerlo. El proyecto con Compass terminará dentro de mes y medio, y ya he
comenzado con el protocolo de desmovilización: preparar viaje de vuelta,
despedirme de personas que no veré más en estas últimas semanas (el resto de mi
vida, esa ya es otra historia), ir abriendo camino a las nuevas etapas de la
vida tras el EVS,…
Esto ya va teniendo sabor a desenlace, a tranquilo epílogo
(cuando el torbellino de la rutina lo permite) y fin de etapa. Aunque no cierro
la puerta a alguna sorpresa más en algún recodo del camino antes de llegar al
final.
En cualquier caso, el miércoles se nos fue Étienne. El
sábado, Derya y Murat. Y aunque parece ser que
mañana llegarán tres nuevos turcos para quedarse durante un mes (ya nos
estábamos preguntando cuándo se manifestaría esa famosa tercera oleada), el
grupo se nos va vaciando poco a poco.
Preparando la cena de despedida a Étienne
Despidiéndonos de Derya y Murat
Creo que tanta despedida me ha dejado bastante pensativo.
Pero volviendo a cosas más mundanas, me he pasado el
comienzo de mayo con mis padres, como muchos de vosotros ya sabréis. Estuvimos
unos cuantos días en Budapest, y después en Praga. Preciosa, Praga. Aunque me
sigo quedando con Budapest, son ya muchos los recuerdos que tengo en la capital
húngara. Además, quieras que no mientras estábamos en Chequia se echaba de
menos el köszönöm, bocsánat, nem beszelek
magyarul, etc. Quien lo iba a decir.
La verdad es que después de cuatro meses, iba tocando
reunión familiar. Nos faltó Fernando, aunque estuvimos tomando cerveza checa a
su salud, para sentirlo más cerca 😊. De todas formas, después de unos cuantos
días durmiendo juntos en pisos de una sola habitación, me hacía falta volver a
Kaposvár. En verano tendré tiempo para más y mejor, pero ahora aún tengo un
proyecto que terminar. Bueno, y un viaje a Croacia que hacer con Daria en dos
semanas (y del cual aún no hemos preparado nada); pero esa, es otra historia.
Oliver manda saludos desde Budapest
Mamá y yo, saliendo del brunch en el Szimpla
Papá y yo, preparando la búsqueda de algún Arca perdida o Santo Grial extraviado
Posando con mis chicas
¿Y esto como se come?
No, aunque no lo parezca, no siempre llevaba la misma camiseta durante el viaje
Así que hasta entonces, toca seguir sosteniendo el pabellón
en la Ciudad de las Flores.
Un abrazo a todos, familia.
Haciendo senderismo con Marcela. Que no viene al caso con la historia, pero también fue un buen día juntos (Eso y que la muchacha me mata como no lo ponga. Y ella SÍ sabe donde vivo). 30 kilómetros lo menos nos hicimos (?)
Casi todos los días, a la hora del almuerzo, Étienne y yo
nos sentábamos a jugar al ajedrez en Compass mientras dábamos cuenta de
nuestros tuppers. Cuando se fue le
regalé un ajedrez de bolsillo (bueno, de bolsillo grande) en recuerdo a todos
esos momentos. Fue en gran medida gracias a él, y a Matteo, que recuperé esta
afición que tenía olvidada desde que de niño jugaba en la Casa del Ajedrez de
San Fernando. Y ahora los almuerzos ya no son lo mismo, falta algo.