Martes, 15 de
noviembre (Semana 10):
Hola de nuevo
desde tierras magyar. Parece que fue hace nada cuando os estaba escribiendo el
Ășltimo post. Estoy intentando escribir las cosas en un cuaderno antes de
pasarlo a alguno de los ordenadores que voy mendigando por la oficina o por
casa.
Malo: Tengo que
planear todo con antelaciĂłn, asĂ que tengo que estar siempre muy pendiente.
Bueno: Tengo que
planear todo con antelaciĂłn, asĂ que mejoro mi organizaciĂłn sĂ o sĂ.
Como podéis ver,
lo mismo que viene bien para unas cosas viene mal para otras. Lo que es seguro
es que utilizo menos pantalla, y la verdad que a la larga se agradece.
Estas semanas me
estĂĄ tocando Kaposvar un dĂa sĂ y otro tambiĂ©n. Estoy con la agenda de un
ministro entre las visitas a institutos y mis intercambios de idioma
hĂșngaro-español y francĂ©s-español.
A mis alumnos de
instituto los tengo fritos. Desde que me he aprendido sus nombres ya no se
pueden esconder de mĂ en el anonimato de la masa (muajajajaja), asi que a poco
que se ponen revoltosos les pregunto
algo y se callan råpido, råpido. Y también aprenden y se divierten, que no soy
un ogro (solo un poquito trasgo con un algo de troll y un mucho de elfo del
Bosque Verde. Los frikis dominaremos el mundo).
Con los crĂos del
hogar de madres nos dedicamos a jugar, asĂ que con ellos me paso mĂĄs tiempo
corriendo y pegando gritos que otra cosa. La verdad que para un viernes por la
tarde, me parece un plan fantåstico J Los niños se divierten , y
de paso olvidan por quĂ© estĂĄn allĂ.
De todas formas,
a pesar de mi apretadĂsimo horario, el sĂĄbado Oliver y yo conseguimos
escaparnos a PĂ©cs, la ciudad de la que os hablaba hace algunas semanas. Fuimos
con Etienne, y también Thomas y Caroline, las nuevas adquisiciones de la Bretaña
francesa. Estuvimos haciendo un poco de senderismo hasta la torre de televisiĂłn
de la ciudad, el edificio mas alto de HungrĂa.
AquĂ Oliver y yo haciendo inspecciĂłn “de visu” de
una via ferroviaria que nos encontramos en nuestro ascenso. Traviesa de madera,
ancho no normalizado, y fijaciĂłn rĂgida de tipo escarpia. Escarpia, señores,que desfachatez.
Estrenando mis bastones de marcha nĂłrdica. SĂ, al
final también caà en la moda.
Después por la
tarde habĂa quedado con Philip, el voluntario austrĂaco que conocĂ en mi Arrival
Training en Budapest. Y por aquello de que era su cumpleaños me quedé con él a
pasar la noche.
Cenando con Philip y otros amigos en Casa Manolo,
versiĂłn hĂșngara.
Y aquĂ la cenita que compartimos Oliver, Philip y
yo. Y yo que me habĂa propuesto adelgazar.
Al final
terminamos a las 4:30 de la mañana (creo). Al salir de la discoteca ya me habĂa
convertido en la versiĂłn “The Walking Ălvaro” de mĂ mismo; pero bueno, el
cumpleaños de un amigo bien vale una noche de insomnio.
20 minutos para llenar (y no del todo) el
colchoncito. Y para cuando llegamos a la noche, se habĂa desinflado. Al final
dormĂ en el suelo.
Y con la rutina,
la bajada de las temperaturas, y el anochecer a las 16:30, se viene el tiempo
de las reflexiones.
La primera
reflexiĂłn es que cuando saque tiempo voy a hacer, como decĂan mis amigos
brasileños, un marmitão de olleta alicantina o unas migas con huevo, chorizo y
naranja que van a poner a cero la entropĂa del universo (ya tengo a media
plantilla de Compass haciendo el “sit, plas, la patita” por mi vichysoisse). Y
como encima pille una mesa camilla o chimenea y un buen libro o pelĂcula, voy a
estar hibernando hasta que España vuelva a ganar Eurovisión.
La segunda, menos
apetitosa pero igualmente sugerente, es lo curioso del lenguaje no verbal. Todos
los miércoles voy con Daria a clases de salsa y allà el inglés brilla por su
ausencia, asi que en general aprendemos por imitaciĂłn. De hecho a veces incluso
aprendemos vocabulario nuevo. Lo que me llama la atenciĂłn es como se pueden aprender
conceptos complejos como un movimiento, un ritmo o incluso una broma, solo con
gestos y un puñado de palabras. Lo de comunicarse es querer, no poder.
Con ese
pensamiento cierro el post. Por ahora.
El momento que he
querido recordar estos dĂas es de hace un par de noches. Poco antes de
acostarme, ya después de cenar, estaba sentado a la mesa del salón, estudiando
hĂșngaro creo. Manon ya se habĂa acostado y Enrico me parece que estaba fuera,
asi que solo quedĂĄbamos Murat y yo en activo. Y en esto que el muchacho, que aun
tiene algunos problemas con el inglés, se acerca a mà y me da una mandarina, ya
pelada, y me dice, “Para ti”.
Me quedé un tanto confuso por el gesto, le di las
gracias, y me la comà pensando lo poco que cuestan los pequeños gestos y lo
mucho que valen.
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